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Candidatos en el debate presidencial. EFE/ Javier Escobar |
"UN MINUTO DE SILENCIO” POR EL DEBATE PRESIDENCIAL
Por Jorge Altamira para Política Obrera.
El debate entre los candidatos a presidente, el domingo pasado, fue tan
malo que ni la prensa corriente encontró un eje para comentarlo. Los
comentaristas no tuvieron nada que decir porque ni unos ni otros
confrontaron acerca de la salida a la bancarrota que atraviesa Argentina
ni a la crisis desesperante de las masas, sino que se repartieron
acusaciones que no superaron el alcance personal. Por eso, el cuchicheo
de los dos días posteriores al show presidencialista se limitó al dedo
índice de Alberto Fernández, al rostro sin vida de Lavagna, a la tensión
de Macri, al derechismo de Espert y a unas condolencias a Del Caño.
Fernández había advertido, antes de la cita, que cualquier discusión en
serio podía “afectar a los mercados”, de modo que puso sobre aviso a
Macri de que no tirara demasiado de la cuerda. MM lo respetó pero sólo
hasta cierto punto, porque un par de horas antes no dudó en romper
relaciones con Venezuela y aceptar credenciales de una embajadora del
ignoto Guaidó.
La mediocridad de las diferencias políticas que
expusieron MM y AF, se vio en el asunto del endeudamiento externo, que
Macri defendió como forma obligada de pagar la deuda dejada por la
administración K, y AF atacó porque tuvo por finalidad financiar la fuga
de capitales – y encima de los “amigos” de Macri. Quedó establecido así
que un endeudamiento a tasas usurarias para pagar otra deuda de igual
característica es para los K absolutamente positivo, a diferencia de la
“fuga de capitales”. Pero el endeudamiento para pagar deuda es una
bicicleta tanto o más trituradora que la ‘fuga’, y constituye él mismo
una forma de esa fuga, porque la mitad de la deuda externa está
contraída en divisas extranjeras, con capitales nacionales, que, de
cualquier modo, pueden convertir toda acreencia sobre Argentina en una
fuga por medio del mercado de cambios o la Bolsa. El que fuga divisas
puede reingresarlas como capitales de inversión, mientras que el que
cobra un cupón de deuda (capital e intereses) puede no volver a hacer
ningún negocio en Argentina.
Otro enredo mediocre tuvo lugar en
relación a la exportación y el “consumo” interno. Los países con fuertes
índices de exportación también tienen un consumo muy elevado, salvo que
destinen un saldo favorable del comercio exterior para re-exportarlo en
forma de salida de divisas. Es cierto que en ese caso el consumo
‘interno’ es de producción externa, pero aclarando que la exportación
está destinada, ella también, al consumo aunque externo. La
determinación de la conveniencia de uno u otro método de desarrollar el
‘consumo’ depende de la estructura capitalista de cada nación en
relación a la economía mundial. AF ha reiterado su propósito de fomentar
la exportación, en especial de gas (Vaca Muerta) y minería, incluso
seguir con los subsidios, que se iniciaron apenas después que comenzó la
caída del precio internacional del petróleo (2009/10). El ‘fomento’
incluye la garantía de la retención de las divisas en el exterior,
exactamente lo que hicieron Macri y sus ‘amigos’. El embole conceptual
de la polémica sirve para camuflar los intereses en disputa. A AF no le
convendría agitar mucho acerca de los ‘amigos’ de sus contrincantes,
porque el convenio YPF-Chevrón, bajo la batuta de Galuccio y el renacido
peronista Kicillof, se hizo con los ‘amigos’ ejecutivos del pulpo
norteamericano – paraíso fiscal incluido.
Lo más interesante en
esta competencia de analfabetismo fue la solvencia con que AF aseguró
que “la globalización ha llegado para quedarse”. El profe Fernández no
lee los diarios, parece: entonces, le informamos de la guerra económica
entre EEUU y China, la UE y Corea del Sur. No se enteró de la suba de
aranceles ni de la guerra fiscal. No sabe que Turquía invadió de nuevo
Siria, perseguido por el delirio de reconstruir el imperio otomano. No
se enteró del Brexit ni de la redivisión de Irlanda, del independentismo
catalán o el escocés. Una nueva globalización sólo podría ser el
resultado de una victoria salvaje de una gran potencia sobre todas las
otras, o sea, una guerra – que sólo podría detener una revolución
social. La crisis de 2007/8 asestó un golpe mortal a la ‘globalización’,
desde el momento en que cada estado salió al rescate de su propia
burguesía, convirtiendo a la competencia capitalista cada vez más en una
competencia entre estados, aplastados a su vez por una deuda pública
gigante, contraída para esos rescates. La crisis climática es el apex de
la imposibilidad de una universalización de las relaciones humanas bajo
el capitalismo. A despecho de todo lo anterior, AF reivindicó la
“inserción en el mundo” (de Macri). Cuando se siente a negociar la deuda
externa impagable con el FMI y los fondos internacionales, Fernández va
a sentir el rigor de los intereses nacionales (extranjeros) que operan
la globalización.
Interesante en el mismo sentido fue el ‘debate’
sobre Venezuela, pues ni unos ni otros denunciaron las gravísimas
sanciones económicas de Trump – un bloqueo a la exportación de petróleo,
que busca castigar también a Cuba. La intención de todo bloqueo es
quebrar el país y exponerlo a una acción militar. Cuando Fernández, a
los gritos, asegura que “ningún” soldado irá a pelear contra Venezuela,
se olvida que fueron y que lo hicieron bajo el comando de Néstor
Kirchner y de él mismo, de Fernández, en Haití, durante dos décadas ya,
para subrogar una invasión norteamericana. ¡Siguen allí! En Haití se
realizan ejercicios de represión interior y combate urbano, que está
formalmente prohibidos en Argentina y en los países que integran el
ejército ‘latinoamericano’.
A la luz de esta mediocridad de los
expositores habría habido que hacer “un minuto de silencio” por la
muerte sin sepultura de los dirigentes de la burguesía argentina.
Nicolás del Caño lo pidió, en cambio, para los muertos de la rebelión
ecuatoriana (asesinados por la represión). ¿Cabe compartir ese momento
de recogimiento con los jefes políticos de la burguesía argentina – los
mismos que han sacado en el pasado, sacan ahora y sacaran próximamente
la represión a la calle contra la rebelión argentina? ¿No debía, por el
contrario, ser presentado como una denuncia contra ellos – su pasado,
presente y futuro? El ‘minuto de silencio’ no solamente es parte del
efectismo mediático que caracteriza a la campaña electoral del FIT-U.
Fue pedido en el mismo momento en que el movimiento indígena imponía una
capitulación a Lenin Moreno, en un debate también televisado. Quedó
estampado que la rebelión popular es el punto de partida necesario de
una salida para las masas. Del Caño no lo sabía, porque las
televisaciones eran simultáneas. Pero no era necesario saberlo para usar
la palabra, no para “un minuto de silencio” desmoralizador, sino para
decir que el FIT-U caracteriza a la rebelión popular como el punto de
partida de una salida para las masas; que por la vía del FMI Argentina
iba otra vez en ese camino, y que el método político y el objetivo
estratégico del FIT-U era luchar por una dirección obrera y socialista a
esa rebelión. Para eso los revolucionarios vamos a elecciones, no para
‘fortalecernos en el Congreso’. El ´minuto de silencio´, en cualquier
caso, resultó un guante a la medida de la línea derrotista con la cual
el FIT-U justifica su electoralismo.
Los debates regimentados
como los que ordena la ley son una traba para el desarrollo de las ideas
que se plantean; es por eso que son así, a pedido de los dirigentes
patronales que se ven en el podio de la elección. Han quedado al desnudo
pero no desenmascarados. De todos modos, sus planteos son
archi-conocidos y el pueblo sabe que no son una salida. Es lo que
quedará claro, mediante la lucha, cuando la crisis actual alcance sus
dimensiones mayores.
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